viernes, junio 16, 2006

La tirania de los números

Los números son peligrosos. Yo siempre he desconfiado de ellos. Tal vez sea porque he tenido terribles profesores de matemáticas. Energúmenos de esos que te hacían salir al encerado para explicarte sin ningún tipo de amabilidad que jamás podrás trabajar de cajero en ningún lado. Desde el colegio, pasando por el instituto, he tenido que sufrir, al igual que todos mis compañeros y supongo que buena parte de la humanidad, a gentuza que sin escrúpulos le gritaba a un niño que sudaba con una tiza en la mano por la simple razón de no saber dividir con comas de por medio. Ahora tampoco sé, así que presumo que sus actitudes docentes no debieron ser muy buenas. En la actualidad prefiero excusarme en aquella frase de: “a mi no me mire, yo soy de letras”.

Pues bien, por lo que parece el pasado siempre acaba dándonos caza. Hace ya unos meses un familiar, mi padre para más señas (y a riesgo de romper la romántica idea del objetivismo), tuvo que ser ingresado y operado de una piedra en la vesícula. Operación por la cual aún hoy está recuperándose, por lo que desde aquí le envio un saludo, pues el hecho de vivir en ciudades diferentes provoca que estas situaciones sean un poco más duras. Sobre todo si se pertenece a instituciones donde el faltar unos días acaba pasando factura... Pero bueno, esto es lo de menos. El fin de semana pasado pasé por casa y tuve la ocasión de leer una carta de la seguridad social donde se detallaban los cuidados destinados a mi padre y el dinero que había costado a la sanidad pública.

La idea no me parece absurda, ya que la transparencia es elogiable. No obstante en semejante carta no se decía nada de los 400 euros que paga el enfermo al mes religiosamente para gozar de aquellas “delicatessem” de las que tanto presumía nuestro servicio sanitario. Tampoco decía nada del coste de las cuatro visitas a urgencias, ni de los cinco días enrollado por el dolor producido por fuertes cólicos nefríticos que hicieron falta para que se decidieran a hacerle las pruebas pertinentes. Y aún menos se explicaba por qué el paciente tuvo que ser intervenido de urgencia de una dolencia que se le había detectado hace ya años y que a fuerza de las circunstancias había acabado infectándose de tal modo que una operación que normalmente se salda con dos agujeritos de nada a desembocado en una cicatriz que corresponde a una cesarea horizontal, y a tres meses de baja laboral. Del mismo modo, al paciente nadie le dio las razones por las cuales su compañero de habitación, afectado del mismo dolor, había acabado con una infección que había dañado un órgano de su cuerpo.

Seguramente tales descuidos sean involuntarios. Tal vez se deban a una falta considerable de empatía y la voluntad haya sido la mejor. Pero si por un momento pensaran.. o si les devolviéramos la carta, podríamos también nosotros explicarles lo que nos cuesta a nosotros sus servicios. La conclusión es simple, a pesar de mi declarada fobia a los números me atrevería a aventurar que la cifra de dinero “invertida” por aquellas personas que pertenecen a generaciones donde la edad de ponerse a trabajar mediaba los doce años es muy superior a la que con gran entusiasmo sumaba aquella carta. Mi declarado problema de dividir con comas de por medio es vergonzoso, pero no saber restar.. eso ya es pecado.

2 comentarios:

Kikeron dijo...

Sistema de capitalización de la seguridad social?!.. Envienme las cartas que quieran, si hace falta yo pongo lo sellos.

Con lo de la calculadora me has recordado a un profesor de esos de los que hablo. "Las maquinitas" como el mismo las llamaba salian volando por la ventana. Vaya energumeno, el peor de todos.

Lo mio no es culpa del envicio con la calculadora, es que yo soy de los que veo una operación de más de dos cifras y me mareo. Es fobia y asco. Realmente creo que estoy traumatizado ;)

Kikeron dijo...

Sí, sí que tengo,con sus pestañas y su cejas. Aunque estos ojos cada vez me sirven menos.

Sobre lo del explorer.. lo siento, me había currado un mensajito con flash y todo pero na, no hay forma de ponerlo.

¿Qué tal los examenes? Yo acabo el miércoles. Ohh que ganas!