Perdido en Kikeron

Hoy me he perdido por tus calles. Bueno, en verdad no sé cierto si ha sido hoy, fue ayer o lo será mañana. Pero el hecho es el mismo. En esto de perderse poco importa el tiempo, ya que en eso consiste el estar perdido, en parar el tiempo. Mientras la vida parece seguir alrededor mío, e incluso los escaparates muestran cierto dinamismo en mi persona; mi interior duerme. Silencio, podrías despertarlo.

Paso por una esquina cualquiera, de esas que alumbra perezosamente una farola con un tic nervioso en su único ojo. Cruzo una plaza donde una persona duerme en un banco soñando con que no aparezca la policía. Unos pasos mas allá alguien dejó abandonado un periódico en el portal de una casa vieja con inquilinos que comparten el sueño del tipo aquel de la plaza. Recojo al huérfano y lo ojeo. Hay poco más que hacer a estas alturas de la noche. Así descubro que España volvió a caer demasiado pronto en un mundial, que en Valencia la tragedia viajaba en metro, que los incendios siguen talando árboles y el terreno vedado es ahora edificable. Aquel ser abandonado me cuenta también que Bombay ya no es un paraíso y que la paz mírese por donde se mire siempre tiene un precio. Sin embargo no hay responsables. Todo esto sucede porque sí y porque no.

Antes de llegar a casa dejó caer el diario en otro portal en el cual figura una placa que coincide con la misma cabecera que da nombre a aquel huérfano. Una vez en casa y tras asegurarme que los fantasmas duermen me pregunto con los ojos fijos en el televisor apagado: “Quousque tandem abutere patientia nostra? Quamdiu furor iste tuus nos eludet?” ( “Hasta cuando vas a seguir abusando de nuestra paciencia? ¿Cuánto tiempo seguirá burlándose de nosotros esta furia que te caracteriza?”, Cicerón)