martes, febrero 20, 2007

Terrorismo: La voz sangrienta I

Desde los tiempos más remotos la guerra ha contribuido al reparto de la tierra. Pueblos se lanzaron en sangrientas batallas contra otros pueblos por la riqueza de los pastos, el agua o la tierra prometida. La religión, el oro, la demostración de la superioridad de una raza, etnia o nación sobre otras fueron también causas de invasiones violentas. El mundo que hoy conocemos ha sido dibujado con leyendas que, en la mayoría de los casos, suavizan las acciones salvajes de unos hombres que ahora son vistos como héroes. Nuestra cultura, nuestra sociedad, presume de una moralidad mayor a la de aquellos hombres que nos antecedieron. Su legado, la violencia, parece extinguido desde nuestra privilegiada posición de países ricos y prósperos. Sustentados sobre las comodidades de un estado de derecho y una fuente inagotable de banalidades surgidas de la chistera del capitalismo, el hombre occidental oye hablar de la guerra como un suceso casi místico. Heroicidades que el día de mañana se estudiaran en los libros de historia que osen escribir los vencedores.
No obstante, esta cortina de humo que nos protege de la infame realidad en la que se encuentra la mayoría del globo se desvanece ante el miedo de comprobar que esos mitos, esas leyendas se construyen sobre el dolor de las victimas. En el siglo XXI sabemos que la irracionalidad puede estallar en cualquier esquina y que el miedo acostumbra a ser el principal protagonista de nuestros telediarios. Tras atentados como los sufridos por Estados Unidos y España, el mundo ha despertado de su sueño de bonanza.

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