domingo, marzo 25, 2007

Sobre leyes y normas

Había llegado hace poco a casa. Sin saludar casi al mimo del espejo me senté a recapacitar ante la desordenada mesita que utilizo para comer y soñar. Mi último viaje me dejó intranquilo, y durante días permanecí en la misma posición, en el mismo sitio. Al final empecé a escribir unas líneas, esas líneas se convirtieron en un párrafo, y conforme las letras ocupaban la página aquel escrito se convirtió en una carta. La envié a nombre del jefe de estudios de la universidad de Idiocia. No me avergüenzo de viajar repetidamente a la Idiocia, es un país que suele estar plagado de turistas, y todo el mundo acaba yendo en algún momento de su vida.
Mi encuentro con el tipo más salado de Idiocia lo tuve a cuenta de una petición que necesitaba de su visto bueno. La equivocación había sido mía, pero perfectamente comprensible para un tipo cultivado. No obstante en vez de sabiduría encontré erudición en un tipo menudo y con muy mal carácter. Kafka hubiera llorado de conocer al pequeño elemento del que les habló. Tras gritar como una parturienta en un concurso de villancicos y elevar su humana condición hasta el rango de simio, se despachó semejante superhombre con una retórica increíble sobre las normas y las leyes. A pesar de adornar el discurso con símiles que yo le repetía para hacerle ver que su norte, al menos en ese momento, estaba muy en el sur no consiguió que me suicidara. Aquí dejo mi carta.

Galatea, marzo del año I
Muy señor-ito mío, quedé profundamente preocupado tras nuestro encuentro. Con motivo de esta pequeña-ita preocupación nace esta carta. Deberá perdonar que no tenga un sentido de la moralidad tan elevado como usted, son tantos los condenados y tan pocos los elegidos por Su Moral.

He estado pensando sobre lo que me dijo sobre las leyes y las normas y debo confesarle que, aunque pensar atente contra los de su especie, creo que he pensado demasiado. Por ello creo que seria bueno hacerle reflexionar también a usted, pues su fe ciega en las normas podría hacerle perder perspectiva, ya que el contenido inteligente de una ley, de una norma, es el hombre. Esto quiere decir que podemos razonar y movernos libremente sin necesidad de ponernos la zancadilla a nosotros mismos (y aún menos a los demás). El símil entre la guardia civil y una universidad, es como comparar un libro con un leño para prender fuego (y no piense que no se me ha pasado por la cabeza que seguramente usted le encuentre el parecido)

Además de esto me gustaría ser capaz de hacerle ver que las leyes suelen estar vivas y no muertas como usted cree, ya que encerrado en un mundo de leyes muertas e inamovibles la experiencia necesaria para alcanzar el conocimiento, el juicio crítico y la justicia se pierde y no sirve de nada. Toda ley o norma que no tenga su excepción es la excepción a la propia ley o norma. Una ley deshumanizada no puede aplicarse a lo humano, y puesto que la ley está creada por el hombre, y el hombre es imperfecto, la ley es heredera de sus imperfecciones. Este defecto hereditario debería solucionarse con el sentido común, el raciocinio y la lógica

Lamento que usted no pueda entender esto, y que el que los demás piensen provoque en usted terror a que descubran que además de ser de Idiocia, es usted uno de esos hombres que necesitan un bastón para caminar. Pues aunque su bastón sea invisible su necesidad de él es evidente.

Atentamente le saluda:
Kikeron

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hace tanto tiempo que ya ni me acuerdo de mi contraseña.

Tio no se a quien va referido,pero un libro está hecho de papel, y el papel se saca de la madera (jajajajaja),¿sabes ya quien soy?.

En fin,por supuesto que todo producto humano hereda sus imperfecciones, es inherente a nuestra condición, pero ello no implica que ello se solucione pensando, aunque aplicando la lógica pueda parecer lo coherente.

La experiencia nos dará sabiduria y el tiempo nos dará o quitará la razón, porque como dice el refranero español: "mas sabe el diablo por viejo que por diablo", y yo prefiero ser idiocio y feliz que cultivado y amargado