Hace algunos años hombres de los de pensar (que se diria en nuestro mundo castizo) soñaron con el consenso de los hombres. No es más que ética; es algo de moral. Nuestra democracia sin mayoria de edad nos pone ahora en la encrucijada. Algunas voces se quejan de que no gobiernan las listas más votadas. Desde luego no es coherente que asi sea, ni tampoco lo es que los pactos sean excluyentes.
Rajoy confiesa que cuando gane las elecciones cambiará la ley electoral. Aquellos partidos que reciban el respaldo mayoritario gobernaran en el mundo ideal del Partido Popular. Tampoco es desencaminado pensar que tal acción juega a favor de su opositor. Los dos grandes partidos se veran favorecidos hasta el punto que nuestro sistema demoratico caiga en el bipartidismo. Si los votantes de partidos minoritarios ya ejercen el voto útil como medida para evitar que gobierne aquel que les disgusta, ¿qué será de ellos cuando no tengan más remedio que tirar sus votos a la basura?. Tendremos pues sólo dos opciones. Tal vez corramos el riesgo de acabar definitivamente con las ideas y lanzarnos al abismo de las ideologías. Es extraño que aquellos que defienden que España no se divida se muestren tan partidarios de resucitar las dos Españas: la de izquierdas y la de derechas, (o atendiendo a las modernas nomenclaturas: la progresista y la moderada).
Imaginar el poder que tendrá un partido (ya sea PSOE o PP) ante las voces discrepantes, ante los poderes que forman el equilibrio de poder, asusta. La democracia es el paso más fiable y menos malo hacia el consenso de los hombres. De hacerse realidad los deseos de Rajoy nuestra democracia quedará limitada, sin consenso. Habrá un poder ciudadano cedido a las instituciones cada vez menos públicas para que gestionen cada cuatro años nuestro presente y nos encaminen al futuro.
Un gobierno deberia ser una representación lo más fiel posible a las ideas ciudadanas. Por ello deberian estar representadas estas ideas en una medida justificada en los órganos de gobierno. No obstante las minorias desaparecerán del mapa político. Aquellas personas, que aunque a algunos les guste despreciarlas no votan a los dos partidos más representativos, preferiran no votar o votar al menos malo. El resultado tal vez sea un aumento de la abstención (ya preocupante), o una subida de los extremismo, ya que entre dos opciones siempre colocamos a aquellos que piensan distinto a nosotros en el otro extremo sin darnos cuenta que a su vez nosotros nos hemos alejado hacia el extremo opuesto.
Está claro que la práctica del pacto es una prostitución total de la representación ciudadana en los gobiernos, ¿pero como llamar a que no haya ninguna posibilidad de consenso? ¿cómo entender que nuestros gobernantes no esten obligados a llegar a acuerdos? Seguramente como un serie de sucesivas despedidas. Adios al consenso, adios a la democracia, adios al pueblo.
Rajoy confiesa que cuando gane las elecciones cambiará la ley electoral. Aquellos partidos que reciban el respaldo mayoritario gobernaran en el mundo ideal del Partido Popular. Tampoco es desencaminado pensar que tal acción juega a favor de su opositor. Los dos grandes partidos se veran favorecidos hasta el punto que nuestro sistema demoratico caiga en el bipartidismo. Si los votantes de partidos minoritarios ya ejercen el voto útil como medida para evitar que gobierne aquel que les disgusta, ¿qué será de ellos cuando no tengan más remedio que tirar sus votos a la basura?. Tendremos pues sólo dos opciones. Tal vez corramos el riesgo de acabar definitivamente con las ideas y lanzarnos al abismo de las ideologías. Es extraño que aquellos que defienden que España no se divida se muestren tan partidarios de resucitar las dos Españas: la de izquierdas y la de derechas, (o atendiendo a las modernas nomenclaturas: la progresista y la moderada).
Imaginar el poder que tendrá un partido (ya sea PSOE o PP) ante las voces discrepantes, ante los poderes que forman el equilibrio de poder, asusta. La democracia es el paso más fiable y menos malo hacia el consenso de los hombres. De hacerse realidad los deseos de Rajoy nuestra democracia quedará limitada, sin consenso. Habrá un poder ciudadano cedido a las instituciones cada vez menos públicas para que gestionen cada cuatro años nuestro presente y nos encaminen al futuro.
Un gobierno deberia ser una representación lo más fiel posible a las ideas ciudadanas. Por ello deberian estar representadas estas ideas en una medida justificada en los órganos de gobierno. No obstante las minorias desaparecerán del mapa político. Aquellas personas, que aunque a algunos les guste despreciarlas no votan a los dos partidos más representativos, preferiran no votar o votar al menos malo. El resultado tal vez sea un aumento de la abstención (ya preocupante), o una subida de los extremismo, ya que entre dos opciones siempre colocamos a aquellos que piensan distinto a nosotros en el otro extremo sin darnos cuenta que a su vez nosotros nos hemos alejado hacia el extremo opuesto.
Está claro que la práctica del pacto es una prostitución total de la representación ciudadana en los gobiernos, ¿pero como llamar a que no haya ninguna posibilidad de consenso? ¿cómo entender que nuestros gobernantes no esten obligados a llegar a acuerdos? Seguramente como un serie de sucesivas despedidas. Adios al consenso, adios a la democracia, adios al pueblo.